Thursday

10 notas metropolitanas

1. Las verdaderas metrópolis se caracterizan por tres cosas: sus ciudadanos lavan ropa en lavanderías, viajan en metro y comen comida china.
2. Es encantador pasar por fuera de una lavandería y aspirar una buena bocanada de ese aire tibio perfumado a detergente y suavizante. 
3. Trabajar en una lavandería debe ser muy poético.
4. Imagino que todos hemos fantaseado alguna vez con recorrer la red del metro viajando solo por viajar.
5. Algún poeta debería ponerse las pilas y escribir un poema para cada estación del metro de Santiago. Ahora es buen momento; luego, cuando se inauguren las líneas 3, 6 y 7, podría sacar una segunda parte que, como suele ocurrir, no será tan buena como la primera.
6. Mis estaciones de metro favoritas son Monte Tabor y Protectora de la Infancia.
7. La comida china se traduce al idioma del país huésped, así, resulta distinta en todas partes del mundo. Es una lástima, pero parece que en Santiago las galletas de la fortuna se perdieron en la traducción y además ya no suelen dar palillos. Los cubiertos no son otra cosa que palillos chinos traducidos al español.
8. Hay restaurantes chinos que siempre están vacíos. Uno se pregunta si en realidad no serán una suerte de mascarada para oscuros negocios orientales. Sería interesante fingir residencias artísticas en los restaurantes chinos a fin de investigarlos.
9. El escritor mexicano Juan José Rodríguez (Mazatlán, Sinaloa, 1970), escribió la novela Asesinato en una lavandería china donde desfilan vampiros traficantes de cocaína. En su Historia universal de la infamia, Borges da noticia del singular tintorero enmascarado Hákim de Merv, quien sostenía haber sido decapitado por un ángel y que su cabeza estaba en buenos tratos con Dios allá en el cielo.  
10. Las grandes ciudades son como platos de chapsui.   

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Saturday

Catolicismo y gin tonics

Me resulta muy curiosa esa especie de tradición inglesa de los escritores católicos. La verdad es que no entiendo qué pasará por sus excéntricas almas, y eso que ya he buceado bastante hondo en las aguas de Chesterton, Waugh, Greene y, haciendo a un costado mi pequeña pinacoteca particular de prejuicios, hasta en las de Anthonny Burguess. Imagino que por ser un simple latinoamericano descreído no he conseguido sacar en limpio nada más que lo siguiente: lo fundamental en el catolicismo literario inglés pareciera apuntar a presentarse puntualmente a la misa dominical, con una impecable resaca, tan inodora e incolora como el H2O de la pila baustimal y a no divorciarse jamás.

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