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Ostras con mostaza

Hacía mucho que no agarraba un libro con el firme propósito de leerlo sin tener más referencias que el atractivo del título, la sonoridad del nombre de un autor nunca antes oído, la calidad del papel, el tamaño de la letra y, en fin, esas tres o cuatro cosas más que deben tenerse en consideración al juzgar libros por su portada. Varios años atrás, cuando una afeitada me duraba la quincena, solía hacerlo y mucho, pero he de reconocer que, pese a tratarse de un hábito no desprovisto de cierto encanto juvenil, está muy sintonía con otras costumbres de aquella época como el gusto por el metal épico o la masturbación maratónica. El libro en cuestión se titula Ostras con mostaza (1977) y aparece firmado por un tal Alberto Collados Baines. De momento basta con decir que se lee de un tirón. En cuanto a su autor, que presumiblemente vive aún, pude enterarme en internet que además de ser un respetado arquitecto, poeta premiado en el extranjero, gestor cultural y pintor de acuarelas, es (o era) un asiduo redactor de cartas al director, pasatiempo que siempre he asociado a la demencia senil cuando no a patologías peores. A continuación copio algunas muestras de su extraña cordura, todas bajo el encabezado "Señor Director":

"No denigres al enemigo despulgándolo en público."
(La Estrella de Valparaíso, 20 de diciembre de 2003)

"Quienes rezongan por las autopistas concesionadas olvidan que pueden optar por no usarlas, yéndose por vías equivalentes a las que había antes, pero notoriamente más expeditas."
(El Mercurio, 21 de octubre de 2005) 

"Los arquitectos del edificio del Congreso, previendo con gran antelación un atentado aéreo suicida, lo diseñaron con una perforación en el medio."
(Las Últimas Noticias, 9 de febrero de 2002)

"Hasta en Tombuctú he escuchado rezongar por los enjambres de cables; para qué decir en Valparaíso. Habiendo acompañado a un fotógrafo "gringo" a los cerros porteños, se fascinó fotografiando murales y sobre todo la cablería urbana como elemento protagónico del paisaje.
Otro, brasileño, me preguntó si esos cables eran para que los edificios se afirmaran unos con otros para resistir los terremotos. ¿A qué tanta asepsia? El encanto de las ciudades también recoge las tradiciones, los vestigios, las nostalgias y hasta cierta dosis de mugre."
(El Mercurio, 31 de julio de 2013) 

"Los cesantes que se declaren en huelga perderán su derecho a vacaciones. Si reinciden serán despedidos."
(El Mercurio, 31 de julio de 2011)

Volviendo a la novela de Collados,  esta posee un arranque clásico y estimulante: en medio de una tormentosa noche de invierno un curtido médico rural se encamina a asistir una parturienta. Uno de los preceptos favoritos del facultativo es: "whisky para el dolor, hielo para la fiebre". Luego la narración, un poco como en Viaje a la Semilla de Alejo Carpentier, agarra un gran vértigo en reversa. En una suerte de paréntesis, quienes podrían ser la futura madre de la criatura y su primo tienen una confusa cita. Comen ostras con mostaza en un fino restaurante francés. Antes se besan en un portal alumbrado por faroles. "Dulce y digestivo es el amor", comenta el narrador. Finalmente todo se vuelve muy delirante y la humanidad se tiene que hacer cargo de una invasión de placentas vivientes. Me recordó la película Mars Attacks. De ningún modo se trata de una obra maestra. 

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