Friday

V-diaria

Hoy, 31 de julio, desayuné pan y té. Fui al trabajo en metro. En el vagón un hombre leía un libro cuyo título no logré descubrir. Espío mal. Al salir de la oficina pasé por mi cheque a tesorería. No aparecía por ningún lado, pero finalmente apareció. Fui al banco con mis compañeros de trabajo. Había una cola digna de los tiempos de la UP. Como estoy dos o tres billetes por sobre la pobreza, desistí. Mis compañeros se quedaron. Planeaban ir a comer una vez cobraran. Espero que haya estado bueno su bistec. En el metro, de vuelta a casa, una niñita juntaba las letras de los anuncios de seguridad. Estaba aprendiendo a leer. Acabo de terminar un plato de lentejas. Escucho los deportes por la radio. Luego me cepillaré los dientes. Más tarde debo atender unos asuntos. Por la noche con Glenda iremos a un concierto, luego a la cama. Probablemente follaremos, pero con toda seguridad nos quedaremos dormidos tarde o temprano y despertaremos bien entrada la mañana del sábado. 

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Sunday

Otros usos

Mi padre, Don Tejón, solía indignarse con esa costumbre mía de ocupar reverso del tenedor para untar la mantequilla. Le horrorizaba la perspectiva de que en el futuro, con toda seguridad, estropearía las cenas elegantes subvirtiendo la severa reglamentación del cubierto. En vano intenté convencerlo de que cualquier palurdo emplearía el cuchillo de mantequilla para untar mantequilla, pero en cambio, era necesario algo de talento para hacer de un vulgar tenedor una herramienta polifuncional. Tales disgustos le daba al pobre Don Tejón en mi niñez. Me construía además una pintoresca reputación de defensor de causas difíciles entre los demás mamíferos de la familia, lo que no tardaría en traer sus consecuencias. Estaba pensado en espejos y me acordé de esto. Es decir, estaba pensado en los usos de los espejos y me acordé del caso del tenedor. El punto es: las cosas tienen una utilidad, por así decirlo, corriente, pero que no excluye otras utilidades especiales, acaso más interesantes. Así un espejo sirve corrientemente para arreglarse el nudo de la corbata, ensayar cinematográficos monólogos a lo Edward Norton en La Hora 25 o verse fumar un cigarrillo, es decir, para fines más o menos narcisistas. Haciendo a un lado la faceta de vigilancia y espionaje (periscopios, espejos de seguridad en las tiendas, reflexión de ropa interior femenina), los espejos pueden usarse también para desviar haces de luz. El truco permite, desde cegar momentáneamente al adversario en un duelo, hasta enviar señales S.O.S. para ser rescatado de una isla remota. Deben existir otras formas de valerse de un espejo. A mi la última que se me viene a la cabeza es aquella vieja prueba tanatológica. Se acerca el espejo a la nariz del moribundo y si no se empaña, entonces es el fin. ¿El fin? Si, pero como no quiero dejar pasar la ocasión, apuntaré que, en caso de apuros, se puede descorchar una botella de vino con un zapato. Está en internet.

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Wednesday

Carrera asimétrica

La historia del automovilismo es la historia de las carreras de clases. O de algo por el estilo. Aunque no entienda nada de carrocerías y caballos de fuerza, intuyo que tal es el sentido de esta asimétrica competencia entre un Ferrari y un deslavado Volkswagen de los años ochenta. Estupenda burla a la memoria de Pippo Marinetti y al cuarto punto del Manifiesto Futurista, por cierto.
No se si la bandera a cuadros tendría que ondearla Marx o el autor de aquel best seller, Mein Kampf.

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Monday

Un clasico

Se hace bien al rezagarse con los clásicos. Permite contar con un fondo de lecturas para afrontar el porvenir o, digamos, los viajes al sur. Los nocturnos, sobre todo. En los diurnos es más recomendable ver pastar a las vacas. Tengo que contenerme para no empezar a dar la lata con la nostalgia ferroviaria o con las categorías de los buses y apuntar que la mía es el "clásico". La tercera clase, claro. En nuestro viaje del fin de semana Glenda y yo sufrimos una pequeña aventura en la terminal de Valdivia: el bus partió sin nosotros pero con nuestras maletas y efectos personales a bordo. Intentamos darle alcance en un taxi, pero nada, nos quedamos en Valdivia, livianitos de equipaje, solo con lo indispensable para la sobrevivencia humana: tarjeta bancaria y teléfono celular. Llamé de urgencia a mi mamá para que reclamara nuestras pertenencias en Puerto Montt. "Asiento cuarenta y nueve, Renard, Jules, Cabeza de Zanahoria, Poseidón, Buenos Aires, 1944", tomó nota mi comisionada. Camino a Puerto Montt tuve que contentarme con leer el diario Austral de Temuco. Enterarme de cosas como que"(...) una mujer de 68 años murió cuando viajaba en bus desde Santiago hasta Puerto Domínguez en la comuna de Saavedra, en la Región de la Araucanía. Se trata de Norma Valdés Catalán, quien residía en la Región Metropolitana en casa de su hija. La mujer padecía una enfermedad terminal y hace poco le había pedido a su familia que fuera llevada a su poblado natal para pasar sus últimos días de vida. El hecho fue informado a Carabineros, quienes constataron la muerte de Norma Valdés y tras ello, se dio cuenta al fiscal de turno." Anoche, volviendo del sur profundo, finalmente pude terminar con las desventuras y travesuras Pelo de Zanahoria. Me causaron mucha gracia y también una rara nostalgia. Me gusta la parte en que quiere propasarse con su amiguita Matilde y finge confesar: "la palabra que papá pronuncia antes de abrir su caja fuerte es "Lustucru." ¿Ahora, me dejas tocarte donde yo quiera?". O esa en que su padrino le llama la atención sobre la inutilidad de mentir si igualmente va a ser descubierto y castigado. "Si -contesta Pelo de Zanahoria-. Pero mientras tanto se gana tiempo". O por último, cuando su mamá, no tan equivocada, comenta: "Es tan orgulloso que sería capaz de suicidarse para hacerse el interesante."

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Horóscopo

Existen motivos para suponer que el horóscopo lo escriben máquinas bobas mediante procesos informáticos regidos por el azar. La verdad, cuesta imaginar a un profesional de la astrología abocado a traducir diariamente al castellano los designios cósmicos. La casualidad quiso que la semana pasada, al comienzo de una columna de Roberto Merino, leyera ciertas líneas que bien podrían formar parte del horóscopo elaborado por un polvoriento autómata olvidado en los sótanos del periódico. A modo de experimento, al anteponer un signo zodiacal -el mio-, el horóscopo del lunes pasado queda así: "[Libra] Aumenta por estos días la sensación de trampa. Recrudecen los malos entendidos con personas medianamente lejanas. Cuestiones de lenguaje, de códigos de conducta, de distracciones. Hasta el momento no llueve. Comienzan a fallar de modo concertado los artefactos domésticos."  Puede tratarse de un asunto de estilo, pero no descartaría la contaminación cruzada de textos y el error de imprenta. En cuanto al acierto de la predicción, mejor callaré. 

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Wednesday

Anticipación científica

"Gregor se ha vestido solemnemente para la ocasión: sombrero lustroso, guantes de pecarí y levita Príncipe Alberto", leo en la excelente Relámpagos de Jean Echenoz, qué continúa: "Desgrana una cuenta atrás y contiene el aliento hasta que, al accionar su ayudante el interruptor, explota un enorme rayo por encima de la emisora..." -¡Rayos! -pienso -algo anda mal por aquí. Relámpagos está basada en la electrizante biografía del científico Nikola Tesla, responsable de domesticar la corriente alterna, de plantear una fuente de energía universal y gratuita, del tubo fluorescente y, por poco, de implementar el temible rayo de la muerte. El caso es que el pasaje citado transcurre en un laboratorio ubicado en Colorado Springs el año 1889, por lo que difícilmente Gregor (o Tesla) podría haber emprendido una cuenta atrás para dar suspenso a la ejecución de su experimento: la cuenta regresiva aún no existía. Tal invención solo aparecería décadas después de la mano del director Fritz Lang en la película La mujer en la luna de 1929, por supuesto, durante la escena del lanzamiento de un cohete espacial.“Si empezamos a contar a partir de uno, no sabremos cuándo terminar. Pero si empezamos desde diez hacia atrás, todos sabrán que la cuenta acabará en cero. Eso da un dramatismo inusitado a la situación”, comentó Lang a propósito del recurso del que luego abusaría la NASA hasta la saciedad. Ahora bien, prescindiendo de la cuenta regresiva, ¿Cómo daban emoción a la llegada de los estúpidos años nuevos aquellas personas en blanco y negro de principios de siglo XX? Es algo que no logro entender.

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Tuesday

Orgullo de clase

No tengo claro en qué forma trabajar como burro puede llegar convertirse motivo de orgullo, pero así pasa. Peores cosas se han visto. Se sabe de tipos cuyo honor radicaba en haberse contagiado una venérea. Pienso que nosotros, perdularios y descamisados del mundo, bien podríamos enorgullecernos de pertenecer a un inmemorial linaje de pobres diablos que seguro no poseyeron ni una hoja de parra con que taparse el culo tras la caída. ¡Tenemos tradiciones!, no jodan. En cambio aquellos potentados, los Morgan y Rockefeller, los modernos Silim, Gates y Buffett, o los locales, Luksic, Paullman y compañía, antes, hace un siglo o unas décadas, lo mismo da, no eran más que nuevos ricos.

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Monday

Minucias de la Copa América

Es lunes así que ya se debe haber escrito todo lo importante y profundo que cabría comentar sobre a la final de la Copa América. No he leído la prensa extranjera. La nacional tampoco, pero por ahí debe estar consignado con exactitud analítica todo lo acontecido el sábado pasado. Que Medel y Messi. Que Díaz y Pastore, pero sin embargo Vidal. Que el Kun, bueno. ¿Y Tévez? Que Alexis mejor. Vargas y Valdivia también lo suyo. Que Di María esto y Lavezzi no. Y que Aranguiz. Sobre todo Aranguiz, aunque Mascherano por supuesto. Pero en definitiva Aranguiz. Siempre Aranguiz. Solo restan las intrascendencias, enormes minucias en lo que a mi respecta.
Uno. Si hay algo que he escuchado por los cuatro costados es la expresión, en mayúsculas, "La Idea". Sampaoli, desde la U, siempre se me ha antojado un personaje de novela rusa. El clásico funcionario diminuto de tez amarillenta y mirada febril al que uno esperaría encontrarse yendo a paso apretado bajo la nieve por la avenida Nevski, con la cabeza descubierta y un raído gabán. No en un campo de juego. Ignoraríamos qué persigue o de qué huye, pero si lo detuviésemos, se nos echaría encima a susurrarnos al oído que tiene "Una Idea". Lo tomaríamos por loco, muy disculpablemente. No sabríamos que en su cabeza rapada bullen los magmas postbielsistas de "La Idea". A Dostoievski le habría gustado Santiago en invierno y, pese a que esperaría la nieve en vano, un día, por la televisión habría reconocido a Sampaoli. Resulta muy emotivo aquel momento en que un escritor ruso ve por la televisión a uno de sus personajes en una rueda de prensa en Sudamérica.
Dos. Los comentaristas deportivos me aburren y me fascinan por partes iguales. Saco de mi libreta de notas la siguiente apreciación cinéfila de una flagrante simulación de Falcao: "Parece un extra de película china de los setentas". La otra, que me conmocionó hasta la médula, fue a propósito del gol de mi querido Haedo Valdéz a la Argentina: "Como un dron la pelota se coló volando..." ¿En serio? ¿Un dron? ¿Hay algo más siniestro, repulsivo y fascista que aquellos moscardones mecánicos? ¿Cuándo perdieron vigencia las buenas y viejas metáforas bélicas del cañonazo, el misil o el sonoro zambombazo? Guardando las proporciones, me sentí como deben haberse sentido las fuerzas aliadas cuando vieron salir de su trinchera al primer soldado alemán con mascara antigases entre la niebla verdosa. Bueno, ahora a ponerse serios: la U enfrenta a Curicó Unido el próximo jueves por Copa Chile y esta campaña volveremos a estar con ella.

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