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Queremos a Zambra con moderación

Zambra escribió sobre no leer. Gumucio hacía críticas literarias express mirando tapas y contratapas. Un maestro de escuela suizo, cuenta Benjamin si no me equivoco, falto de recursos como andaba, escribía él mismo los títulos que figuraban en el catálogo que le enviaba por correo un conocido librero austriaco. Más humildes, Camarada y yo, nos limitamos a apreciar portadas y fotos de escritores a los que tal vez leemos. A los dos nos gustó el semblante de la última de Zambra, Mis documentos (2013), tan minimal con esos dos botones Alt y F4 huérfanos de teclado proyectando sus azuladas sombritas sobre un fondo sepia. Coincidimos además en lo estéticamente aburrido de las existencias de Anagrama, sin embargo estamos a años luz comulgar en nuestras valoraciones sobre portadas de la ciencia ficción criolla tanto como foránea. Me parece que no hablamos para nada de esa notable foto de Le Clezio en elegante traje de dos piezas y calzado deportivo, ni del trabajo de Gisèle Freund, pero claro está que se me vinieron a la cabeza ahorita. Bueno, el asunto es que en la ocasión le comenté a Camarada que me gustaba mucho la foto del Zambra bebiendo esa taza de té, porque de qué más va a ser (y en eso uno se descubre confesando oblicuamente que si lo ha leído un poco), y el me fué con el chisme que a su vez le había confiado el Pato Jara o alguien más de que esa cara  se la enseñó una fotografa en una sesiòn y fue la unica vez que Zambra se vio medianamente decente y que desde entonces la hace siempre, combinandola con distintos sabores de miradas entre las que parecen distinguirse el Dr. Strangelove, un murcielago con rabia, un psicopata asesino, un esclavo congoleño y que de seguro está practicando algunas otras para las ferias del futuro. Como no soy ni fan de Henry James ni tan chismoso, no le quise contar a mi camarada Camarada que su novia Xim-Xim, con quien mantuvimos una relación como la de John Ford y John Wayne en mis tiempos de estudiante sureño y actor de cine independiete, decía, para mi estupor, que a Zambra lo encontraba guapísimo. Y no viene mucho a cuento, pero, ¡quiero tanto a Glenda! Por su puesto no se trata a la Glenda Jackson de Cortázar, a la que quiero por mera solidaridad, si no de mi primorosa prometida limeña, que sale con cada cosas que uno lo ponen a filosofar a mitad de precio, pero sobre todo, a abrir un ojo más que el otro como los dibujos animados japoneses. Sin ir más lejos, hace unos días me comentó que Bolaño le parecía a ella a guapo, que su ex trataba de parecerse a mi connacional y que además, Santiago, mi suegro, es su viva imagen. Creo que yo también le parezco buen mozo, lo que no deja de inquietarme.

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